Los comportamientos se repiten o no en función de las consecuencias que tienen. Las consecuencias son mucho más que premios y castigos.
Se trata de reforzar los comportamientos correctos y conseguir que disminuyan y desaparezcan los malos. Existen varias técnicas para conseguir, aplicadas de manera sistemática consigue que el niño aprenda nuevos comportamientos, sustituya otros incorrectos, y disminuyan y desaparezcan.
Ningún niño nace sabiendo qué debe y que no debe hacer. Nosotros, los padres, maestros, tutores, debemos enseñarles que las conductas tienen consecuencias. Un ingrediente importante en este proceso es la paciencia y constancia que debemos tener ante la ansiedad o agresividad que pueda tener el niño.
Vemos conveniente dar una definición de premio y castigo. Son las consecuencias que siguen inmediatamente después de un comportamiento determinado. Son éstas la clave para que se repita o no un comportamiento. Si después de recoger los juguetes hay un beso, eso es un premio porque es una experiencia agradable. Por tanto un premio es un reforzador de alguna conducta que aumenta las posibilidades de que la próxima vez vuelva a repetir esta acción. Y si no os recogiera deberíamos de aplicar un castigo, es decir, una experiencia negativa para él.
De gran importancia es también saber distinguir lo que es para el niño un castigo. Si lo mandamos a su cuarto lo más probable es que acabe jugando con sus juguetes, así que no asociará ninguna consecuencia negativa a su comportamiento.
Lo que se pretende es modificar la conducta del niño. El comportamiento humano se compone de varias áreas, las cuales son: fisiológica cognitiva y motora. Para que nos entendamos mejor, estos son sentimientos, pensamientos y acciones. Si cualquiera de los tres se modifica las demás se verán afectadas. Al ser aprendidos significa que pueden ser modificados y es posible aprender otros nuevos más adecuados. En el caso de los niños debemos modificar la respuesta motora.
El objetivo es tener pensamientos positivos que generen emociones positivas para actuar de la manera adecuada.
- Precedentes y consecuencias de la conducta
Toda conducta tiene un antecedente y unas consecuencias posteriores. Por ejemplo, imaginémonos la siguiente situación. El niño ha terminado de jugar con sus juguetes y debe recogerlos. Le decimos 20 veces que los recoja, no obedece. Le gritamos. Y la consecuencia es que recoge y aprende a obedecer solo si se le grita. Si en vez de gritarle nos acercáramos al niño y le ayudáramos a hacerlo, conseguiríamos que su conducta fuera la correcta, que recoja. Podríamos darle un beso como recompensa y decirle lo bien que lo ha hecho. Así aprenderá que cuando es obediente y recoge es alabado y además aumentará su autoestima.
Debemos de tener especial cuidado cuando el niño realiza una conducta correctamente y no tiene consecuencia inmediata. Sino reforzamos esa buen conducta, como puede ser comer solo, seguramente deje de hacerla.
¡NUESTRO CONSEJO!
-Tener bien claro que un premio es algo agradable para quien lo recibe y un castigo algo desagradable o negativo para quien lo vive.
-Hacer una lista con lo que le gusta y le disgusta, así tendremos más probabilidades de eficacia al aplicar castigos o premios.
-Después de cada conducta correcta debe haber una consecuencia inmediata positiva para el niño para reforzarla.
-Tratar de o etiquetar al niño con uno u otro calificativo negativo, como por ejemplo que es malo, ya que lo predispondrá a realizar conductas negativas.
“Más vale un pequeño premio inmediato que un duro castigo”
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